domingo, 31 de agosto de 2014

Tomando decisiones


 
Respecto al plano de referencia, existen dos tipos de personas: Las que manejan un plano de referencia externo, es decir, las que basan sus decisiones principalmente en los juicios de otras personas y las que manejan un plano de referencia interno; es decir, que desde dentro de sí mismos saben cuándo una decisión es la correcta o no.
Estos solo son estilos, también conocidos como metaprogramas.
La diferencia entre ambos planos de referencia radica en que el primero hará felices a las personas que te rodean y el segundo te hará feliz a ti.
Por ejemplo, si para elegir pareja te basas en lo que las otras personas comentan que te conviene o como te verías mejor, probablemente te vas a sentir socialmente integrada con esa persona. Pero yo dudo que realmente sea lo que tú quieres para tu vida.
Cuando nos basamos en el marco de referencia interno, tenemos esa sensación de que lo que estamos eligiendo es lo correcto. El punto aquí es que logres no escuchar los comentarios ajenos.
Y el punto también es que logres distinguir que lo que estás pensando viene realmente de ti o es una idea infundada por otros.
Para saber  en qué plano te manejas normalmente pregúntate:
Cuando haces bien tu trabajo: ¿cómo lo sabes? (analízalo antes de seguir leyendo)
Opciones de respuestas:
Referencia externa: Porque me lo dice mi jefe, por las felicitaciones, porque me dan un aumento de sueldo, y todo lo que tenga que ver con algo externo a ti.
Referencia interna: Porque lo siento, porque lo sé y cualquier otra expresión que indique que lo sabes desde dentro.
Si distingues que tienes un marco de referencia externo, la siguiente vez que tomes una decisión, tómalo en cuenta y revisa si realmente te quieres basar en lo que está fuera de ti.
Cuando somos nuevos en algo, probablemente nos basemos en un marco de referencia externo. Por ejemplo, cuando empezamos a trabajar por primera vez, nos basamos en los comentarios que nos hace nuestro jefe y compañeros para ir moldeando nuestro desempeño con base en las necesidades de nuestro trabajo. Pero una vez que te conviertes en un experto en lo que haces ya no te basas en ello porque realmente sabes lo que haces.
Ahora, te invito a vivir tu vida sabiendo que sabes lo que haces y que eres tú y solo tú quien puede percibir los beneficios y los riesgos de lo que haces y sopesarlos para dirigir el camino que tomas en tu vida.
Vive por ti y con base en quien tú eres. Al final, todo tiene consecuencias. Piensa que serán positivas porque siempre lo son. Siempre hay un aprendizaje en todo.  Así que anímate a seguir tu intuición y hazlo desde tu marco de referencia. Por lo menos si te equivocas, no tendrás como tomar un rol de víctima y así podrás aprender más rápido y ajustar el camino. Es genial!

jueves, 21 de agosto de 2014

El Jardín

Esta entrada está dedicada a todos aquellos que vivieron el final de una relación y hoy están re-haciendo su vida.

El Jardín:


Cuando llegó se enamoró del jardín y se sentía pleno. Cuando fue sintiéndose cómodo en ese espacio, se comió las flores y las pisó; se subió a los arbustos y dobló sus ramas.

Bloqueó el río con su cuerpo y se sentó. El agua corría hacia su gran boca tragándola toda. Se estiró cuan grande era y aplastó todo a su paso.


Solo veía su propio cuerpo, lo que le rodeaba, le causaba gracia, le parecía que lo hacía lucir más bello. Nunca se preguntó si las flores del lugar necesitaban del río, así que todo lo bebió.
Se tumbó sobre la hierba y le bloqueó el sol. La hierba se marchitó.

Deseó el jardín para sí mismo y lo rodeó con un gran muro, ya ningún animal podía entrar a alegrar el jardín y solo gozaba de la compañía del gigante.
El jardín se quedó entonces sin agua, sin sol, vacío... ya no se oía niel viento correr en su interior. Solo estaba el gigante que gemía pues estaba atiborrado del agua del río. Los árboles ya no le daban sus frutos y lo miraban con recelo. Por las noches, el gigante lloraba por su jardín ya seco y sin vida. Quería llenarse con el gozo que antes le daban la hierba y el río, pero ya no había mas nada en aquel jardín.


Así, un día el gigante y su dolor se marcharon, no sin antes cerrar bien la puerta del jardín. Algunas veces, tiempo después, el gigante pasaba cerca, pero solo volteaba para decir:


 "Maldito jardín que dejaste tus frutos morir"




Hoy el jardín ha abierto su puerta nuevamente y se llena de visitas que le aman y respetan, que florecen junto con él en cada primavera y dejan caer las hojas en otoño encontrando también belleza en ello.